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Me pareció muy útil indagar este tema a partir del enfoque de quien investiga desde la posición objetiva de un difusor, y no desde el compromiso que tiene un especialista con su verdad. Estos apuntes intentan identificar las profecías mayas más destacadas por 2 motivos fundamentales:
* Por un lado, investigar la voz maya en sí misma y ver qué nos dice de nuestra época. Tenemos la exacta “causalidad” de estar viviendo los años marcados como los últimos, antes del llamado Gran Cambio.
* Por otro -y es el que más me interesa en lo personal- nos sirve para reflexionar sobre la naturaleza de la existencia, del tiempo y de la misión colectiva de la humanidad, si es que tiene alguna. Es un camino válido para experimentar estrategias en la búsqueda de respuestas a por qué estamos acá, para qué, y hacia dónde vamos, si es que vamos a alguna parte.
Los mayas rendían un fervoroso culto a lo que nos resulta imperceptible: desde la energía de la mente y la conciencia hasta el movimiento de lejanísimos planetas; desde el paso del tiempo hasta un dios sin imagen, Hunab Ku. Incluso el lugar hacia donde habrían partido, se nos vuelve inhallable a nuestros ojos. Sólo nos quedan vestigios en la inmensidad de la selva y demasiadas interpretaciones, con las que los estudiosos modernos y los custodios de la tradición oral no terminan de ponerse de acuerdo.
Pensándolo bien, quizás esa misma afición por lo invisible pudo haber convertido a este pueblo en el líder americano de la escritura –disciplina que, como sabemos, hace visible aquello que no está, a través de la palabra escrita– como contrapartida en busca de equilibrio.
Hoy, el mundo de la materia mira a Mesoamérica, en virtud del matiz más sorprendente y “palpable” (no podía ser de otra manera) de su espiritualidad: los vaticinios que empiezan silenciosamente a cumplirse.
¿Cómo es posible que hace tantos siglos tuvieran un progreso tan marcado? ¿Es cierto que manejaban otro tipo de inteligencia que nada tiene que ver con la terrestre? ¿Abrieron las puertas hacia otra dimensión? ¿Ya enloquecimos o estamos haciéndolo de manera sutil y colectiva? ¿Estaremos intelectualizando un par de rastros perdidos en la historia, o ciertamente descifrando la información buscada? ¿Será que ansiamos sí o sí hallar las respuestas que ni la ciencia ni la religión nos han dado, y por lo tanto, elevamos estos preceptos indígenas a la categoría de verdad, con más necesidad que claridad?
Estamos de acuerdo en que el presente es un momento de convergencia extraordinario. Transitamos el tiempo que rodea al legendario 2012, año del que hablaban los sacerdotes mayas hace más de 5 milenios cuando crearon su propia cuenta del tiempo. La ocasión para explorarlo no puede ser mejor, indagando qué hubo “debajo” del cristianismo en nuestro continente.
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